El disco rojo
Cada vez que pasa, me quedo mirando. Me gustaría poder decir que la miro a ella, pero no sería justo con la realidad. Lo que mis retinas captan de su silueta dura apenas un instante, unas efímeras décimas de segundo en las que mi corazón se detiene. Pero lo que me obliga a pararme, escrutando largamente el espacio vacío que ella ha cruzado, es un sentimiento que nace más abajo, reptando entre la oscuridad de mis costillas, escondido en lo más hondo de mi pecho. ¿Es admiración? ¿Es envidia? Jamás conocí a nadie tan ligero. Sus movimientos son enérgicos y elegantes, fluidos, como si pudiese huir sin esfuerzo de las leyes de la física; rápidos y precisos, como procedentes de una gracia innata que no puede aprenderse ni enseñarse. Un don divino que los demás solo podemos soñar con contemplar, sumidos en el reverencial silencio de la fascinación más absoluta. Así la observo yo pasar por delante de mí. Enmudecida. Cautivada. Deleitada. Tan egoísta, que a veces me atrevo a desear prolon...
Jo, Osen es preciosa,la penúltima foto me encanta, en serio, y el amor que se ve entre ellos es muy dulce *^*
ResponderEliminarJo, qué bonito *^*
ResponderEliminarNo conocía yo a estos dos resinosos tuyos pero me encantan, desprenden una dulzura increíble y además son preciosos. Tengo mucha curiosidad por saber más de Oromedon :33
Ako Yao: Muchas gracias, la verdad es que es justo lo que quería transmitir, ¡me alegra que te gusten!
ResponderEliminarAqua Äre: ¡Gracias! La verdad es que han sido de los últimos en llegan, pero se han hecho un hueco importante entre mis historias. Espero poder contar pronto más de ellos =3