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Mostrando entradas de 2016

¿Dónde están los niños?

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Rischa y Azafrán son dos personajes que nacieron en el Metro de Madrid. Este relato pertenece a esa historia y se desarrolla en un universo y circunstancia que no tienen nada que ver con el Flying Mariposita. Sin embargo, no deja de ser el mundo que les vio nacer y siempre me da mucha ternura recuperarlo. Aunque sea un breve fragmento. Cuando despertó yacía todavía bocabajo contra el suelo. La máscara se había descolgado y tenía la mejilla derecha hundida en la tierra húmeda. Un raspón le ardía en la cabeza, empapándole la frente de sangre fría y pegajosa. Se lamió los labios intentando encontrar un sabor distinto a aquella venenosa mezcla acre y metálica que le invadía la boca. Al primer intento de moverse, un latigazo de dolor lo aplastó contra el suelo con su despiadada mano de hierro. Le costó varios minutos zafarse del abrazo magnético que lo paralizaba y derrumbaba una y otra vez, como si de una débil virutilla de metal se tratara. El cuerpo del muchacho respondía a trom

Blanco y rojo

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Gotas de saliva y sangre tosidas contra el cristal de la escafandra le nublaban el camino, salpicándolo de fantasmales molinillos y engañosas amapolas de aroma metálico. Blanco y rojo sobre un paraje sin colores. Hacía ya mucho tiempo que había olvidado lo que era un campo en flor. De hecho, ni siquiera estaba segura de si alguna vez había llegado a contemplar uno o simplemente lo había imaginado a partir de una torpe mezcla de fotos viejas y sueños rotos. Lo que sí sabía a ciencia cierta era que lo añoraba. Que su cabeza siempre que podía se ponía a dibujarlo a escondidas y le llenaba el paisaje de hermosos espejismos del pasado. Blanco y rojo. Luz y muerte.

¿Bailamos?

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Haldis: ¿Qué pensaste de mí la primera vez que me viste? Dougaan: … Haldis:   ¿Qué? Venga sé sincero… prometo no enfadarme. Dougaan:  No me siento especialmente orgulloso… y no quiero herir tus sentimientos… Haldis:  Oh, venga, yo tampoco pensé nada bueno de ti la primera vez que te vi. Dougaan:  ¿En serio? Haldis:   ¡Oh, venga, claro! Dougaan:  ¿Qué pensaste de mí? Haldis:   Que eras enorme y… ¡azul! Dougaan:  Eso tampoco es… malo. Yo pensé que tenías mucho pelo. Haldis:   ¿Mucho pelo? Dougaan:  Sí, bueno… me llama la atención, nosotros no tenemos. Haldis:  ¿En serio, mi pelo? Dougaan:  ¿Por qué te extraña tanto? Bueno, sé que para vosotros es normal, pero… Haldis:  *Se ríe* Dougaan:  ¿Te parece divertido? Haldis:   Generalmente oigo cosas en plan… “una cara tan bonita no debería tener unas cicatrices tan feas”… Dougaan:  ¿Cicatrices? ¿Qué tienen de malo tus cicatrices? Haldis:  No lo sé… que una señorita no debería pelear, supongo.

Brebaje curativo II

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La pelirroja alargó el brazo hasta poder remover dentro de una pequeña caja de ébano. Si tenía suerte, quizás todavía quedase algo… TinHinan tenía la vista perdida y no reaccionó hasta tener justo delante de las narices el trozo de chocolate que Azafrán le tendía. Le sonrió al cogerlo y le dio un bocado. - No estoy nada acostumbrada a estas… atenciones. He estado toda mi vida rodeada de tíos y lo más bonito que han hecho por mí cuando tenía la regla ha sido evitarme como si estuviese apestada – Azafrán también comía chocolate. - ¿Por eso me tratas así? Qué pregunta tan incómoda. Azafrán había sido especialmente dura con ella y en aquel instante se sentía fatal por ello. - ¡No! Bueno… no sé. Supongo que te trato así porque soy desconfiada en general. Además, no estoy acostumbrada a… fiestas de pijamas de chicas y cosas así, ¿sabes? Tin Hinan volvió a guardar silencio, como perdida en sus propios pensamientos. El ambiente en la habitación había cambiado radicalm

Brebaje curativo I

Azafrán apoya la pálida luz de su linterna por el suelo del transbordador espacial. Lo conoce como la palma de su mano: cada desnivel, cada esquina, cada escalera… y sin embargo siempre hay que tener cuidado. Las sacudidas y las maniobras bruscas a menudo dejan caer objetos al suelo: mangueras eléctricas, cajas, un vaso. Es algo imprevisible. Incluso los muebles atornillados se sueltan. Un campo de batalla con gravedad artificial por el que avanza, dirigiéndose hacia el dulce ronroneo del motor. Un giro a la derecha y ya está dentro de la pequeña salita de los trastos. Es el lugar ideal para encontrar la tontería perfecta para matar las horas de insomnio y olvidar el dolor por un rato. Un libro, un videojuego o un viejo cuaderno; cualquier cosa mejor que quedarse dando vueltas en la cama. Palpa el panel derecho y en un momento se hace la luz, pero antes de que sus pupilas puedan contraerse ya sabe que no está sola. Sólo necesita unas décimas de segundo para dejar caer la linterna y

Un hombre y su rifle

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Un hombre y su rifle. Bueno... ... quizás un rifle no sea lo más importante en la vida de un hombre.

El pasado militar de una piloto

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Azafrán: Tú no sabes nada. No tienes ni puta idea. TinHinan:  Oh, claro que sé. Sé más de lo que piensas. Llevo una semana encerrada con vosotros. He visto, he oído. He aprendido. Azafrán: ¿Sí, en serio? ¡No me digas! ¿Y qué coño se supone que te crees que sabes? TinHinan:  La muchacha sin nombre a la que su compañero llama Azafrán. Él no lo sabe, pero no pudo estar más atinado al escoger tu nombre. ¿Lo hizo porque tienes el pelo de color naranja? ¿O porque eres una especia rara y amarga, difícil de conseguir, pero cargada de beneficios inimaginables para aquellos que te buscan y tratan con paciencia? Te he visto pilotar, Azafrán. He visto cómo… mueves esta cafetera vieja y austera. ¿Dónde pudiste aprender a volar con una maestría así? Sólo en el ejército. Obviamente, no hay academias de vuelo civiles capaces de formar a una piloto como tú. Azafrán: Oh, estupeeeeeeendo. Serví al ejército, como gran novedad de la tarde. TinHinan:  Por eso vas tapada cuando sa